La reciente salida de empresas internacionales como Shell y Carrefour del mercado argentino no es un hecho aislado ni una mera decisión corporativa. Es el reflejo de un clima económico que, lejos de atraer inversiones, parece expulsarlas. Bajo el gobierno de Javier Milei, que se autoproclama defensor de la libertad económica, el país está presenciando una paradoja: mientras se promueve la desregulación y el achicamiento del Estado, las condiciones para operar se vuelven cada vez más inhóspitas para actores clave del sector privado.
Un entorno que desalienta
- Shell, histórica en el país, vendió sus operaciones de refinación y comercialización. La empresa no solo se va: deja atrás décadas de inversión y presencia estratégica.
- Carrefour, otro gigante, se repliega en medio de una caída del consumo y una inflación que pulveriza el poder adquisitivo.
- Mercedes-Benz vendió su planta a un empresario local, en una decisión que también se replicó en Brasil.
- Telefónica anunció la venta de su filial argentina al grupo local Telecom.
- ExxonMobil, Equinor y Total Energies se desprenden de activos clave en el sector energético.
- Procter & Gamble, HSBC, Itaú y Makro también se suman al éxodo corporativo.
Estas decisiones no responden únicamente a dinámicas globales. Son también consecuencia directa de un modelo económico que, en nombre de la eficiencia, desmantela los mecanismos de protección, previsibilidad y estímulo que toda economía necesita para funcionar.
Milei y el dogma del mercado
El gobierno de Milei ha optado por una política de shock: ajuste fiscal extremo, liberalización abrupta de precios, eliminación de subsidios y una dolarización que aún no se concreta pero que ya genera incertidumbre. En este marco:
- Las empresas enfrentan costos operativos impredecibles, sin amortiguadores estatales.
- La caída del consumo interno convierte al mercado argentino en un terreno árido para el retail y la energía.
- La ausencia de reglas claras y la volatilidad cambiaria dificultan la planificación a mediano plazo.
El discurso oficial celebra estas salidas como parte de una “depuración natural” del mercado. Pero ¿qué libertad económica puede florecer en un ecosistema donde ni siquiera las multinacionales logran sostenerse?
El rol del Estado: ¿gran igualador o gran ausente?
La retirada de estas empresas plantea una pregunta de fondo: ¿cuál debe ser el rol del Estado en una economía moderna? Milei lo concibe como un obstáculo, un ente que debe desaparecer. Pero los hechos demuestran que su ausencia no genera más libertad, sino más desigualdad, más concentración y menos oportunidades.
Sin un Estado que regule, incentive y proteja, el mercado se convierte en un campo de batalla donde solo sobreviven los más grandes, y donde los consumidores —y los trabajadores— quedan a la deriva.