Este martes, el Fondo Monetario Internacional inicia su primera revisión técnica del acuerdo vigente con el gobierno de Javier Milei. La visita, encabezada por Bikas Joshi, llega con un interrogante de fondo: ¿por qué, pese a los recortes, préstamos externos y colocaciones de deuda, las reservas netas no alcanzan los niveles comprometidos?
El Ejecutivo, liderado por el ministro Luis Caputo, enfrenta el desafío de justificar un desvío relevante en una de las metas centrales del Programa de Facilidades Extendidas. Pese al guiño público del Fondo ante las últimas medidas monetarias y fiscales, el saldo real de reservas netas —apenas US$ 500 millones computables— contrasta fuertemente con la meta original de US$ 4.500 millones.
En paralelo, el relato gubernamental sigue anclado en la épica del ajuste: eliminación de 48.000 empleos estatales, contención del gasto y disciplina fiscal. Pero la macroeconomía no espera retórica. La visita del FMI se vuelve no solo un balance financiero, sino una evaluación indirecta del rumbo político adoptado por un gobierno que insiste en la velocidad del shock antes que en la construcción de consensos.
La meta inmediata: destrabar un desembolso de US$ 2.000 millones. Pero lo de fondo es más estructural. La Argentina discute reservas, pero lo que está en juego es la credibilidad de una hoja de ruta que, sin márgenes de error, se prueba en tiempo real frente a su principal acreedor.