El Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) publicó el índice de inflación de mayo, marcando un nuevo descenso en los precios con una variación del 1,5%, el nivel más bajo desde julio de 2020. Este dato, celebrado por el gobierno, representa una desaceleración en el proceso inflacionario tras meses de ajustes y contracción del consumo.
Sin embargo, la estructura de medición utilizada por el INDEC sigue generando cuestionamientos. Los ponderadores que determinan el impacto de cada rubro en el Índice de Precios al Consumidor (IPC) fueron establecidos en el año 2004, lo que significa que los hábitos de consumo reflejados en el cálculo no corresponden con la realidad actual. En más de dos décadas, la economía argentina ha atravesado cambios estructurales, variaciones en el poder adquisitivo y nuevas tendencias de consumo, factores que no se reflejan con precisión en la medición oficial.
La inflación en la región NOA
En el Noroeste Argentino (NOA), la inflación fue del 1,2%, pero con particularidades propias de la región. Los aumentos más significativos se dieron en comunicación (+4,5%), recreación y cultura (+4,4%) y prendas de vestir y calzado (+3,9%), lo que refleja la persistencia de variaciones elevadas en sectores clave de la economía regional.
El impacto de la inflación en el NOA se ve potenciado por la menor oferta de bienes en comparación con los grandes centros urbanos, además de los costos logísticos elevados para el abastecimiento. Estas condiciones generan una diferencia estructural que afecta el poder adquisitivo de la población y la recuperación económica en la región.
Aunque la tendencia inflacionaria muestra una desaceleración, la falta de actualización en los ponderadores del INDEC y las diferencias regionales plantean interrogantes sobre la precisión del índice y la sostenibilidad de la estabilidad de precios. La pregunta clave sigue abierta: ¿estamos ante una verdadera mejora o ante una distorsión estadística?
