La jornada del 1° de septiembre amaneció con un sacudón financiero que ya se siente en cada rincón del país: el dólar oficial trepó hasta los $1.375,50, marcando un salto de más de $30 respecto al cierre anterior. En paralelo, el dólar blue se negoció en torno a los $1.370, mientras que los tipos de cambio financieros como el MEP y el CCL también mostraron alzas significativas. ¿Qué hay detrás de esta nueva escalada? ¿Es solo una reacción del mercado o el síntoma de algo más profundo?
Un cóctel de incertidumbre política y ruido institucional
La suba del dólar no puede entenderse sin el contexto político que atraviesa el país. A días de las elecciones legislativas en Buenos Aires, los mercados reaccionan con nerviosismo ante encuestas desfavorables para el oficialismo y el revés electoral en Corrientes. A esto se suma el escándalo por presuntos pedidos de coimas que involucran a figuras cercanas al presidente, como Karina Milei. El silencio oficial frente a estas denuncias no hizo más que alimentar la desconfianza.
En este clima, los inversores buscan refugio en el dólar, anticipando posibles turbulencias. La demanda preelectoral de divisas es un clásico argentino, pero esta vez se potencia por el ruido institucional y la falta de señales claras del Gobierno.
Medidas monetarias que no alcanzan
El Banco Central intentó contener la presión cambiaria elevando los encajes bancarios, buscando reducir la cantidad de pesos disponibles para la compra de dólares. Sin embargo, la contradicción entre una política de flotación cambiaria y un apretón monetario genera ruido. La reciente disposición que impide a los bancos ampliar su posición en dólares al cierre del mes tampoco logró calmar las aguas.
Además, la eliminación de las LEFI y la licitación de bonos del Tesoro dejaron una masa de pesos en el sistema que, lejos de ser absorbida, se volcó al mercado cambiario. La falta de coordinación entre las medidas económicas y la estrategia política refuerza la percepción de improvisación.
¿Hasta dónde puede llegar?
El dólar se acerca peligrosamente al techo de la banda de flotación establecida por el Gobierno, que hoy ronda los $1.460. En el mercado de futuros, ya se negocia un tipo de cambio de $1.553 para diciembre, proyectando una devaluación del 50% para todo el año. Esta cifra supera incluso las estimaciones de inflación, lo que revela una expectativa de deterioro acelerado.
¿Y ahora qué?
La suba del dólar no es solo un dato económico: es un termómetro del ánimo social, del nivel de confianza en las instituciones y de la credibilidad del rumbo político. En este contexto, el Gobierno enfrenta un dilema: seguir apelando al cortoplacismo o asumir el costo de una estrategia de estabilización más profunda y transparente.
La ciudadanía, mientras tanto, observa con preocupación cómo el dólar se convierte una vez más en el protagonista de una historia repetida. Una historia que, si no se reescribe con responsabilidad, puede terminar en otro capítulo de crisis.