El suelo riojano tembló con fuerza este 1° de mayo, cuando un sismo de magnitud 5.9 sacudió la provincia a las 13:04, generando momentos de pánico entre los habitantes y dejando daños materiales en diversas localidades. El epicentro se ubicó a 37 kilómetros al norte de Famatina, con una profundidad de 7 kilómetros, lo que intensificó la percepción del fenómeno en la superficie.
Si bien no se reportaron víctimas fatales, el impacto del temblor fue evidente en varias estructuras. En Famatina, se registraron derrumbes en viviendas, grietas en el suelo y daños en la parroquia Santo Domingo. En el distrito Campana, un cerro sufrió desprendimientos, levantando una nube de polvo visible desde varios metros de distancia. La Iglesia San José, con más de 100 años de antigüedad, también sufrió daños estructurales.
El Comité de Emergencia Provincial (COE) activó un operativo de emergencia, con la participación de Gendarmería, Policía, Bomberos y hospitales, para evaluar los daños y asistir a los afectados. Las autoridades advirtieron sobre la posibilidad de réplicas, por lo que recomendaron a la población extremar precauciones y evitar circular por rutas cercanas al epicentro.
Este evento nos recuerda que Argentina es un país sísmico, y aunque La Rioja no suele ser protagonista de grandes terremotos, su ubicación geográfica la hace vulnerable a movimientos telúricos. La intendenta de Famatina, Adriana Olima, describió el sismo como “terrible”, asegurando que el ruido era ensordecedor y que “parecía que se te caía la casa encima”. La comparación con el terremoto de San Juan de 1976 no tardó en surgir entre los vecinos, quienes aún tienen presente aquel desastre.
Más allá del susto, este temblor pone sobre la mesa la necesidad de reforzar la infraestructura y los protocolos de emergencia en zonas de riesgo. La prevención y la educación sísmica son claves para minimizar el impacto de estos fenómenos naturales, que pueden ocurrir en cualquier momento.
Por ahora, La Rioja intenta recuperar la calma, pero el temblor de hoy quedará en la memoria de sus habitantes como un recordatorio de la fuerza impredecible de la naturaleza.
