La construcción en Argentina atraviesa uno de sus momentos más tensos en la última década. Lejos de ser una sorpresa, los últimos datos solo confirman una tendencia que viene en aumento: construir cuesta cada vez más, pero vender no garantiza recuperar lo invertido.
Durante el último año, el índice interanual revela un incremento del 22% en el costo de construir, empujado principalmente por la mano de obra, que subió cerca del 50%. Paradójicamente, los materiales importados mostraron una leve caída, mientras los nacionales mantuvieron una suba moderada. Pero el dato aislado no cuenta toda la historia.
Hoy, levantar un metro cuadrado nuevo implica desembolsar cifras que, en dólares, duplican las de hace poco más de un año. La brecha entre el valor real de venta y el costo de reposición se agranda, y muchas desarrolladoras optan por poner el freno de mano: los proyectos “en pozo” dejan de ser negocio, y los renders se apilan como promesas incumplidas.
Arquitectos, estudios técnicos y proveedores enfrentan un escenario ambivalente. Por un lado, la obra pública virtualmente congelada y la estabilidad artificial del dólar achican márgenes y ralentizan decisiones. Por otro, en algunos nichos premium empieza a sonar de nuevo la palabra “crédito”, como un susurro de reactivación a largo plazo. Pero para la mayoría, el panorama sigue cuesta arriba.
Más allá de los números, la pregunta que atraviesa al sector es política: ¿cómo se planifica vivienda en un país donde construir se volvió un lujo? Mientras los precios se recalientan y la inversión se enfría, la ciudad se transforma en un campo de promesas suspendidas.