En un escenario político y económico cada vez más tensionado, las palabras importan. Y cuando provienen del presidente de Estados Unidos, su eco puede ser ensordecedor. Las recientes declaraciones de Donald Trump sobre la situación argentina —en las que, según trascendidos, habría minimizado la crisis con frases que rozan el desprecio— no pasaron desapercibidas en el norte argentino. Osvaldo Jaldo, gobernador en uso de licencia de Tucumán, salió al cruce con una contundencia que trasciende lo protocolar: “Los argentinos podemos tener dificultades económicas, pero no nos estamos muriendo. No acepto esos conceptos”.
La respuesta de Jaldo no fue solo un acto de defensa institucional. Fue, sobre todo, un gesto de dignidad política. En tiempos donde la diplomacia suele disfrazar el agravio con tecnicismos, el mandatario tucumano optó por la frontalidad. Calificó las expresiones de Trump como “desafortunadas” y “una falta de respeto hacia el pueblo argentino”, y aprovechó para subrayar que los problemas actuales no son fruto de la idiosincrasia nacional, sino de una conducción económica errática a nivel central.
Tucumán como espejo de resiliencia
Lejos de limitarse a la crítica, Jaldo reivindicó la gestión provincial como ejemplo de administración responsable. Enumeró políticas concretas: sostenimiento de servicios esenciales, inversión en salud y educación, incorporación del inglés desde primer grado, y cobertura de programas que la Nación dejó de financiar. En su relato, Tucumán aparece como una provincia que no espera milagros externos, sino que construye soluciones desde adentro.
Este contraste entre la mirada desde Washington y la realidad en el interior profundo argentino revela una tensión más profunda: la disputa por el relato. Mientras algunos actores internacionales reducen la crisis a cifras o estereotipos, desde el territorio se alzan voces que exigen respeto, contexto y memoria.
¿Un nuevo tono federal?
La intervención de Jaldo podría marcar un punto de inflexión en la narrativa federal. No se trata solo de defender a Tucumán, sino de ponerle límites al discurso despectivo que a veces se cuela en la geopolítica. En un país donde la palabra “crisis” se ha vuelto crónica, la dignidad no puede ser una variable de ajuste.

