Editorial Periodística:
En un nuevo capítulo de la historia económica argentina, el Fondo Monetario Internacional ha autorizado un desembolso de USD 2000 millones que reactiva la pulseada entre el gobierno de Javier Milei y las exigencias del organismo internacional. En apariencia, se trata de un gesto de confianza. En la práctica, es el reflejo de una economía que se sostiene sobre un delgado hilo de promesas de ajuste y liberalismo extremo.
Luis “Toto” Caputo, ministro de Economía, continúa ejerciendo como ejecutor de una visión en la que el mercado lo es todo y el Estado, casi nada. Su estrategia se basa en reducir drásticamente el déficit fiscal, desregular sectores económicos, y liberar precios en una economía que aún respira inflación. Pero más allá del tecnicismo y las loas que recibe en ciertos círculos financieros, el país real –el que camina en las calles de Tucumán, Rosario o el conurbano bonaerense– sufre los efectos de esa “consistencia macro” que exige el FMI.
Una cura que enferma más
El gobierno celebra el desembolso como una muestra de respaldo internacional. Sin embargo, la realidad es menos festiva. Este nuevo giro del FMI no es un aplauso a una economía resurgente, sino la continuidad de una hoja de ruta que exige más dolor social a cambio de estabilidad financiera.
El brutal ajuste fiscal, que incluye recortes en subsidios, reducción del gasto público y retraso salarial, ha golpeado especialmente a los sectores más vulnerables. En nombre de la ortodoxia, se ha ido desmontando el tejido de protección social construido a lo largo de décadas. ¿Cuál es el horizonte? Según Caputo, un “shock de confianza” que atraerá inversiones. Según millones de argentinos, otro invierno más.
Milei y la paradoja de la libertad
Javier Milei llegó con la promesa de liberar la economía de las ataduras estatales. Pero su modelo de libertad parece consistir en obligar a vivir en el límite, mientras se garantiza obediencia a los dictados de Washington. Una paradoja que desdibuja la idea de soberanía económica. El “Estado ausente” que pregona su gobierno, en realidad, deja al mercado como único árbitro de lo posible y lo imposible. Y cuando el mercado decide, no siempre lo hace en favor del bienestar colectivo.
¿Quién paga el costo?
A medida que el FMI desembolsa dólares, el pueblo argentino desembolsa sacrificios. La inflación sigue golpeando, el empleo formal se achica y las tarifas públicas suben. En este contexto, el desembolso no puede ser leído como una victoria, sino como un ancla: una señal de que la Argentina sigue atrapada en un ciclo donde cada giro de dólares impone nuevas condiciones.
Conclusión: el ajuste sin fin
El modelo Caputo-Milei promete equilibrio fiscal y libertad económica, pero el camino elegido para alcanzarlo reproduce desigualdades, limita el acceso a derechos básicos y vuelve a postergar a los más postergados. El FMI desembolsa. Argentina se endeuda. Y el ajuste, como siempre, lo paga quien menos tiene.