En medio de un panorama nacional adverso, Tucumán elige pararse distinto. Mientras la Nación recorta programas estructurales como el Procrear II y desfinancia proyectos habitacionales clave, la provincia apuesta a la obra pública con recursos propios. La firma del acuerdo para reactivar 1.700 viviendas es mucho más que un anuncio: es una señal política y económica de que cuando hay decisión, hay camino.
El gobernador Osvaldo Jaldo encabezó la rúbrica junto a intendentes, ministros y referentes de la construcción, con una consigna clara: no quedarse esperando auxilios federales que no llegan. Así, el Instituto Provincial de la Vivienda (IPVDU) sumará nuevos proyectos en todo el interior, incluyendo las 100 unidades vandalizadas de Manantial Sur que estaban paralizadas hace casi tres años. El Estado provincial asumirá el desafío con fondos del FONAVI y aportes complementarios, reactivando obras que no solo representan un techo para miles de familias, sino también una rueda clave de la economía.
En paralelo, Jaldo no esquiva el contexto: reconoce el impacto de la desfinanciación nacional y responde con gestión. La reactivación del megaproyecto del Procrear II en Tucumán —1.600 viviendas y 1.400 lotes urbanizados sobre 100 hectáreas— será retomada con fondos mixtos y articulación público-privada, en un formato que combina urgencia habitacional con dinamismo económico. Se estima que este conglomerado habitacional, sumado a las nuevas obras en ejecución, podría generar hasta 15.000 puestos de trabajo en el pico del proceso, beneficiando a afiliados de la UOCRA y cientos de pymes locales.
El dato no es menor: mientras muchas provincias se paralizan, Tucumán escala. Y lo hace con un criterio integral, priorizando sectores críticos como salud, seguridad y educación, pero también asegurando inversión en infraestructura, con fuerte anclaje territorial.
En un país donde los discursos suelen ganarle a los hechos, la decisión de sostener y ampliar la obra pública incluso en tiempos de ajuste resuena como un acto de responsabilidad política. Porque detrás de cada ladrillo hay una familia, un obrero, un proveedor, un barrio que se mueve. Y detrás de cada firma, un Estado que elige no rendirse.