lunes, julio 7, 2025

La sangría de dólares ya tiene cifra, US$ 5.191 millones abajo: Argentina pierde divisas mientras celebra estabilidad aparente

La Argentina volvió a tropezar con la misma piedra: la sangría de divisas. En el primer trimestre de 2025, la Cuenta Corriente marcó un déficit de más de 5.190 millones de dólares, una cifra que no solo revierte el leve superávit del mismo período de 2024, sino que prácticamente borra los avances de todo el año pasado. Y lo más grave es que el desequilibrio no parece ser coyuntural: responde a una lógica de política económica que prioriza señales al mercado por sobre la solidez estructural.

El informe oficial del INDEC muestra un escenario complejo. Si bien el intercambio comercial arrojó un superávit moderado, el agujero vino por el lado de los servicios, el turismo y, sobre todo, el pago de intereses y utilidades al exterior. Casi tres mil millones se fueron en gastos turísticos, en un contexto donde el dólar oficial parece estar artificialmente contenido. A eso se suman pagos al FMI, a bonistas y giros de utilidades que, en total, exceden por mucho los ingresos financieros del período.

Economistas como Carlos Melconian y Hernán Lacunza vienen advirtiendo que el esfuerzo por acumular reservas no tiene sustento real. La balanza comercial aporta poco, el turismo multiplica el drenaje y las obligaciones externas presionan cada vez más sobre una economía frágil. La frase de Melconian —“malgastamos el dinero a este valor del dólar”— es lapidaria, pero certera: la paridad cambiaria vigente estimula la fuga en lugar de consolidar reservas.

La lectura más dura, sin embargo, es política. Mientras el gobierno celebra cierta pax inflacionaria y despliega reformas de tinte ideológico, el frente externo pierde musculatura. Y en un país sin financiamiento ni acceso al crédito, perder dólares es más que un problema contable: es una amenaza al propio funcionamiento del modelo.

Lo que queda al descubierto no es solo un número en rojo. Es una forma de gobernar que sigue trocando divisas por discursos, reservas por relatos. Y cuando eso ocurre, el próximo trimestre no necesita economistas para adivinar cómo cerrará: lo anticipa el presente.

En paralelo, el Fondo Monetario Internacional avanza con una nueva auditoría técnica sobre las metas fiscales y monetarias del gobierno. Aunque el oficialismo celebra su “disciplina”, los técnicos del organismo observan con inquietud el deterioro de las cuentas externas. El déficit de la Cuenta Corriente se cuela en los reportes, así como la inconsistencia entre la baja transitoria de inflación y la persistente fuga de divisas. Mientras el Palacio de Hacienda ofrece planillas para mostrar orden, los números en rojo hablan de una macroeconomía sin anclas reales y con riesgos crecientes en el frente externo.

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